EE UU - China, 13 de Junio del 2025
Tensión entre China y EE UU sigue impactando el comercio exterior
EE UU - China, 13 de Junio del 2025
La persistente tensión comercial entre China y EE UU es un tema de constante análisis para quienes observan el comercio exterior global. Aunque las negociaciones y comunicados oficiales intentan proyectar avances, la realidad muestra que las fricciones entre las dos economías más grandes del mundo siguen impactando de manera significativa el comercio internacional.
Por
Cindy Pineda Nomezque miembro del Equipo Legiscomex

Recientemente, se han visto intentos de acuerdos, como la tregua de 90 días alcanzada en Ginebra en mayo del 2025, que buscaba reducir aranceles, EE UU planeaba bajar gravámenes sobre productos chinos del 145% al 30%, y China los suyos sobre importaciones estadounidenses del 125% al 10%. Sin embargo, la implementación fue frágil, ambas partes han intercambiado acusaciones de incumplimiento: Washington señalo restricciones chinas a la exportación de minerales de tierras raras y el uso de chips de inteligencia artificial de Huawei, mientras que Beijing denuncio la detención de ventas de software de diseño de chips y la cancelación de visas a estudiantes chinos.
El efecto de este enfrentamiento comercial se evidencia en los datos recientes que muestran una drástica caída del 35% en las exportaciones de China a EE UU, en mayo del 2025, respecto al año anterior, la mayor disminución desde febrero del 2020. Aunque las exportaciones chinas a otras regiones como el sudeste asiático y la Unión Europea han mostrado cierta resiliencia, el declive en el comercio bilateral con EE UU es innegable.
Esta desaceleración, sumada a una caída del 3,4% en las importaciones chinas en el mismo mes, generó presión sobre la economía asiática, manifestándose en una deflación en los precios al consumidor y al productor; financieramente, la incertidumbre se traduce en volatilidad en los mercados y si bien las acciones asiáticas tuvieron un repunte cauteloso antes de las recientes conversaciones en Londres, el sentimiento general sigue siendo frágil.
La OCDE reviso a la baja sus pronósticos de crecimiento económico mundial, atribuyendo esta reducción a un “aumento significativo de las barreras comerciales”. Más allá de los aranceles, estas tensiones son un reflejo de una competencia geoeconómica más profunda, EE UU busca reducir su dependencia de las fábricas chinas y reindustrializar su propia economía, mientras que China aspira a consolidar su liderazgo en tecnologías avanzadas. Esto se evidencia en áreas sensibles como el control de exportaciones de minerales críticos, como las tierras raras, vitales para numerosas industrias globales, y las restricciones al acceso a tecnología de punta.
Las conversaciones políticas, aunque en curso, parecen avanzar con dificultad, y las acusaciones mutuas de incumplimiento de acuerdos demuestran la profundidad de la desconfianza. El enfoque de EE UU en la seguridad nacional a través de restricciones tecnológicas y las contramedidas chinas para proteger sus intereses empresariales son señales de una "desvinculación" económica estratégica que va más allá del simple comercio de bienes.
En este complejo escenario, países y empresas de todo el mundo se ven obligados a adaptarse a un entorno cada vez más incierto, la fragmentación de las cadenas de suministro y la búsqueda de proveedores alternativos son algunas de las consecuencias directas de estas disputas.
Estos escenarios pueden generar oportunidades para otros mercados, como Brasil, que ha visto un aumento en sus exportaciones a China en ciertos sectores debido a los aranceles impuestos a productos estadounidenses.
En conclusión, la tensión entre China y EE UU no es simplemente un desacuerdo comercial es un conflicto complejo con profundas implicaciones económicas, financieras y políticas que están transformando el panorama del comercio exterior mundial.
El seguimiento de cada avance es fundamental, ya que la capacidad de estas dos potencias para encontrar puntos de acuerdo será clave para garantizar la estabilidad y el crecimiento de la economía global en los próximos años. Las relaciones entre China y EE UU necesitan un rumbo claro y una visión compartida para evitar una crisis a escala mundial.
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