¿Habrá recesión en Colombia?
El alza del dólar, la subida de las tasas de interés, la guerra de Rusia en Ucrania entre otros factores, pueden llevar a una recesión mundial nunca antes vista. Cómo se ven estos fenómenos desde Colombia.
Colombia enfrenta uno de los momentos económicos más desafiantes de la historia producto de un entorno internacional complejo y una percepción de alto riesgo político. En efecto, la inflación mundial alcanza niveles donde el promedio global se dispara del 3% al 9% en apenas un año, niveles no vistos desde hace 40 años en los países más desarrollados.
Este fenómeno inflacionario nos hace pensar si estamos ad portas de una recesión donde las economías de unos pocos protagonistas afectan al mundo entero:
EE UU para frenar la carestía desestimulando el consumo, fijó altas tasas de interés que generan miedo y llevan a los inversionistas a mover capitales representados en dólares a países que representen seguridad, al tiempo que las acciones caen 19%.
Por su parte China aparece como un jugador neutral al que parece no afectarle el resto del mundo, con una inflación acumulada en el 2022 del 1,5%., muy por debajo del resto de países, lo que lo convierte en un destino muy atractivo con disponibilidad de mano de obra, excelente infraestructura y servicios, pero sobretodo un gobierno con normas predecibles.
En Europa, Putin advirtió que puede causar un daño enorme si decide suspender el suministro de petróleo y gas natural si continúa el apoyo militar a Ucrania.
Para Andrés Langebaek, director de Estudios Económicos en Grupo Bolívar citado por Semana, “El incremento se debe a la apreciación del dólar a nivel global por los temores a una recesión económica. Las caídas en las bolsas en el mundo han sido muy fuertes, las tasas de interés en los diferentes países han venido en aumento, se esperaba que la inflación de mayo en EE UU fuera menor y no fue así, entonces digamos que hay un sentimiento pesimista en los mercados globales”.
¿Por qué aumenta la inflación?
El fenómeno inflacionario tiene su origen en la crisis económica generada por el covid-19 donde ante la dificultad para producir, los gobiernos dieron incentivos para mantener el consumo haciendo que la demanda se mantuviera alta pero la oferta no alcanzaba a cubrirla y en medio de esta lucha por mantener nivelados los mercados, Rusia invade Ucrania cambiando el panorama ante la escasez de cereales e hidrocarburos.
Podemos entonces afirmar sin duda que, en un contexto de alta inflación, escasez de recursos como cereales, minerales e hidrocarburos e interrupciones en la cadena de suministro por la guerra entre Rusia y Ucrania, la devaluación del peso colombiano y otras monedas es una realidad.
Por ejemplo, el Euro ha retrocedido 14% frente al dólar y el pasado viernes se negoció uno a uno. En Europa, la recesión vendría de la mano del costo de la energía, el alza de las tasas de interés por parte del banco central del bloque comunitario, la alta cotización del cobre, etc.
El pasado lunes la tasa de cambio llegó a COP4.501,6 por dólar, un récord desde el pico de COP4.180 por dólar alcanzado en marzo del 2020, al inicio de la pandemia por covid-19 y un 15% más desde los COP3.905 por dólar del 19 de junio, cuando Petro ganó las elecciones. Según el Banco de la República la devaluación del peso colombiano llega al 14,59% en el año completo, y es un 10,23% en el año corrido.
El fenómeno no es exclusivo de Colombia, las decisiones de los bancos centrales de subir intereses hacen que el dólar se fortalezca frente otras monedas sin importar que se trate de países desarrollados o emergentes, pero, aunque la mayoría de monedas han perdido frente al dólar, el caso colombiano es extremo, la depreciación encarece la deuda externa y afecta la canasta familiar gravemente.
¿Y frente al comercio exterior colombiano?
En Colombia resulta preocupante hablar de un peso devaluado, el valor de las importaciones de materias primas, bienes intermedios y productos terminados genera sobrecostos que golpean el nivel de vida ya que todos tenemos que pagar más; según cifras del DANE, el alza anualizada de la canasta familiar al cierre de junio, es de 9,7%, pero para los estratos más bajos es 2 puntos porcentuales más alto.