Grandes temas del comercio internacional
El debate sobre los TLC: ¿Desviación comercial o liberalización válida?
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Para empezar, es bueno indicar que, desde una perspectiva a veces abstracta, parece no haber duda de que la liberalización unilateral es el mejor camino que una nación puede asumir en su política comercial. Así, produce el más deseable de los efectos que trae el libre comercio: la sustitución de la producción nacional ineficiente y costosa por importaciones.
Además, la estrategia del unilateralismo es inmune al problema de la visión mercantilista propia de las negociaciones comerciales internacionales. De acuerdo con esto, cualquier resultado que signifique un incremento en las exportaciones debe considerarse como una ganancia, mientras que uno que implique apertura hacia las importaciones debe ser visto como una pérdida. Tal vez, la mejor denuncia de la ceguera contenida en esta actitud está en el ensayo “¿Sobre qué deberían negociar los negociadores comerciales?”, de Paul Krugman [“What should trade negotiators negotiate about?” Journal of Economic Literature, vol. 35, no. 1, p. 113].
Sin embargo, incluso de acuerdo con estas circunstancias, hay muchos analistas que le reconocen al enfoque multilateral, encarnado primero en el acuerdo general sobre aranceles aduaneros y comercio (GATT, por su sigla en inglés) y luego en la Organización Mundial del Comercio (OMC), una primacía sobre la estrategia unilateralista. Esto porque el enfoque multilateral tiene el elemento de las reglas y brinda la posibilidad de resolver las disputas comerciales de manera civilizada.
El debate se origina en que los TLC no producen en realidad comercio libre. Al parecer, uno de los primeros economistas en exponer y defender esta tesis de manera sistemática fue Jacob Viner, importante profesor de la Universidad de Chicago (EE UU).
En la década de los cincuenta, Viner escribió un reporte sobre los TLC, para la Carnegie Comission. Allí, aseguró que, si bien los tratados liberalizan el comercio entre las partes firmantes, crean desventajas frente a los países no firmantes, algunos de los cuales pueden ser proveedores más eficientes para la economía de alguno de los países signatarios.
A manera de ejemplo, un país A entra en un acuerdo con un país B. Un tercer país, C, es el productor y proveedor más eficiente de cierta mercancía para la economía de A. Sin embargo, como efecto de la desgravación arancelaria que tiene lugar entre A y B, A resulta importando esta misma mercancía de B, donde lo más eficiente económicamente es importarla desde C. Por esta razón, afirmó Viner, los tratados de libre comercio pueden incluso producir situaciones de pérdida de eficiencia y bienestar.
El economista Jagdish Bhagwati, en su libro Free Trade Today [“El Libre Comercio Hoy”, Princeton University Press, 2002], parte de la tesis de Jacob Viner y agrega otros argumentos e ideas en contra de los tratados de libre comercio, que se reseñan a continuación:
En realidad, estos argumentos en contra de los TLC son muy contundentes. Sin embargo, la realidad es que, ante el lento progreso de las negociaciones multilaterales, y la enorme capacidad que ciertos grupos han mostrado para bloquearlas es inevitable que el mundo gire hacia una mayor cantidad de tratados y zonas especiales de libre comercio.
Tal vez, en esto habría una pérdida de eficiencia muy significativa si se parte de un mundo en el que no existieran ya grandes distorsiones del comercio, pero la verdad es que el punto de partida está lleno de barreras a los flujos comerciales. Además, ante el debilitamiento de la OMC, los tratados parecen ser la única alternativa viable políticamente para quienes desean un comercio más libre.
Daniel Griswold, del Center for Trade Policy Studies de Washington D.C., presenta los siguientes argumentos en defensa de los tratados de libre comercio, destacados en su artículo “Free trade agreements: steppingstones to a more open world” [“Tratados de libre comercio: pasos hacia un mundo más abierto, CTPS, Trade Briefing Paper No. 18, 2003]:
*Este artículo fue elaborado por: Andrés Mejía Vergnaud, director ejecutivo del Instituto Libertad y Progreso.