Banco de Historia
Las rutas que llevaron a la independencia
Este fenómeno es un punto clave en la historiografía latinoamericana, pues es a partir de este hito fundacional que se ha construido un pasado político que da sentido a las naciones actuales.
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La conquista de esa modernidad en el caso de las actuales Colombia y Venezuela, por ejemplo, no sucedió de manera colectiva, a partir de una conciencia unitaria nacionalista, sino que fue posible para ciertos individuos en circunstancias particulares. Así, la conciencia de la modernidad y su aplicación como experiencia vital ha estado restringida a individuos ubicados en espacios de poder, donde los discursos políticos adquieren sentido y significado.
Los enfrentamientos militares en la región andina se debieron al enfrentamiento y trasformación de los dos grupos en pugna que correspondían a dos lealtades políticas dentro de un mismo conjunto. Las pugnas, en primera instancia, se dieron en el escenario urbano donde realistas y los recién llamados patriotas combatieron esporádica e intermitentemente. En este contexto, los ejércitos servían para destruir al enemigo en una confrontación de identidades. La creación de las identidades combatientes llevó a la mutación de la forma y el papel del ejército que progresivamente se convirtió en un punto fijo de la idea de Nación y República a partir de la identificación de la institución armada con el pueblo. Ese “pueblo políticamente moderno” se convirtió en un recurso retórico, en un cajón del discurso que englobó bajo una misma bandera clases sociales, raciales y políticas que no se comportaban de la misma manera.
Las revoluciones anticoloniales tuvieron larga trayectoria en la región de los andes del sur (Bolivia, Perú y Ecuador) comenzaron en 1730, en pleno auge del imperio español en América, por revoluciones indígenas. La diferencia fundamental de estas y los procesos sucedidos a principios del siglo XIX radicarían en el contenido ideológico. Las revoluciones del XIX, basadas en alianzas estratégicas sufrieron de atomización según el peso diferenciado de los actores involucrados y su pertenencia a sectores sociales de los estamentos coloniales así, la incidencia de los indígenas en los andes del sur respondió a una disgregación regional y a intereses locales que propiciaron movimientos de emancipación.
Se pueden identificar dos fases en la independencia para el sur andino, en una primera etapa se acentuaron los regionalismos, que correspondería al periodo de las juntas. Una segunda, donde primó el componente continental y se dio en las gestas de Bolívar y San Martín, no habría sido alcanzada en la región del sur andino. De esta forma, “la independencia le fue concedida al sur andino, pero no por falta de una dinámica propia de lucha social o falta de iniciativa de los sectores criollos, sino porque sus programas se limitaron a buscar reivindicaciones tan inmediatas como locales, sin visualizar el proceso por el cual atravesaba Hispanoamérica en su conjunto” (O’Phelan, 199)
Como no es precisa la idea de la independencia latinoamericana como una unidad, resulta imprescindible reconocer los tiempos y espacios específicos de cada región, así como evitar articular el discurso de la historia a partir de las naciones actuales.
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