Propiedad intelectual
Espionaje industrial es arma desleal del comercio mundial
Las revelaciones de los programas de vigilancia cibernética y telefónica de la NSA de EE UU dominaron el debate global sobre el derecho de los gobiernos a monitorear los flujos informativos en aras de la seguridad nacional, pero países como China han estado durante años bajo la sospecha de penetrar a empresas líderes mundiales con una meta monetaria: el robo de la propiedad intelectual y de los secretos comerciales.
Por primera vez EE UU y China pusieron este mes la espinosa asignatura del espionaje industrial en la mesa de su dialogó bilateral anual en Washington, a raíz de la preocupación estadounidense de que se ha convertido en un modelo de comportamiento desleal que coloca las empresas del gigante asiático y de otros países delincuentes en una posición ventajosa en la escena de los negocios y el comercio internacional.
Las revelaciones de Edward Snowden sobre la dimensión de los programas de vigilancia cibernética y telefónica de EE UU colocaron no obstante a la administración Obama ante el reto de convencer a sus mayores aliados y socios de que el espionaje gubernamental es una herramienta legítima de seguridad nacional, pero que el espionaje con propósitos comerciales es inaceptable.
En el 2003, por ejemplo, el Gobierno mexicano tuvo la certeza de que EE UU espió las deliberaciones confidenciales de los 6 países que se oponían a la intervención estadounidense en Irak (entre ellos México y Chile) y buscaban una salida alternativa. El embajador mexicano en la ONU, Adolfo Aguilar Zinser, denunció que Washington conoció –y rechazó- la propuesta de los seis países aún antes que fuera pública.
Antes, durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1993, la agencia de inteligencia de Canadá (CSE, por su sigla en inglés) habilitó un nutrido grupo de lingüistas para espiar sobre la delegación mexicana, según reveló años después un trabajador de la agencia.
“Ellos espiaban al representante comercial mexicano (Jaime Serra Puche) durante las negociaciones del TLCAN. Recuerdo haber visto estos resúmenes. Entiendo que mis colegas que eran lingüistas hispanos trabajan duro en eso, incluidas horas extras”, reveló en su momento la lingüista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por su sigla en inglés) Jane Shorten.
A raíz de las recientes revelaciones de Edward Snowden, México, Brasil y otros países han solicitado explicaciones, aún cuando diplomáticos latinoamericanos reconocen en privado que es ingenuo pensar que aún los más cercanos socios y amigos de EE UU son inmunes al espionaje. Por ello muchos embajadores en Washington operan bajo la certeza de que son espiados y varios han montado sistemas para tratar de contrarrestar el espionaje, aunque reconocer que se trata de una batalla cuesta arriba.
Los dos incidentes de espionaje de EE UU y Canadá sobre México durante el debate de Irak y en las negociaciones del TLC tenían como fin obtener un conocimiento estratégico de los posicionamientos de su socio comercial para tener una ventaja en las negociaciones. En el caso de China, el espionaje industrial cumple objetivos de seguridad económica que lesionan a empresas particulares.
La génesis del espionaje industrial chino fue puesta por el investigador de la conservadora Fundación Heritage Derek Scissors en la década pasada y ha pasado de actos aislados de ataques tecnológicos para sacar provecho de algún descubrimiento empresarial, a ataques generalizados que buscan desarrollar empresas chinas a partir de propiedad intelectual robada.
Entre las empresas chinas involucradas, incluidas algunas con propiedad o conexiones con el Gobierno de este país figuran, según su investigación, Petro China, Beijing Auto, Sinovel, Datang Telecom y Pangang.
“Todo eso asciende a una conclusión preocupante: El auge manufacturero de China ha sido ayudado ilegalmente. Muchos avances se deben ciertamente a las fortalezas de China; otros provienen de la cooperación voluntaria de socios. Pero es muy fácil encontrar ejemplos de hurtos que corresponden con el crecimiento de la capacidad de manufactura en electrónica avanzada y autos, entre otros”, sostiene Scissors.
James Mulvenon, autor del libro “Espionaje Industrial Chino: AdquisiciónTecnológica y Modernización Militar”, coincide en que China se percató la década pasada de las dificultades de la innovación bajo un modelo estatista, por lo que adoptó la decisión estratégica de robar la tecnología y enfocarse en el espionaje comercial contra empresas estadounidenses como Cisco o canadienses como Nortel.
En el 2004, Nortel era un gigante de las telecomunicaciones con más de 100.000 empleados cuando descubrió que hackers chinos –rastreados a la provincia de Shangai- habían penetrado y comprometido sus servidores cibernéticos internos y descargado documentos confidenciales. Expertos como Mulvenon coinciden que la empresa china Huawei fue la principal beneficiaria del robo de la propiedad intelectual de Nortel.
Una breve cronología elaborada por Scissors sobre los principales sucesos que apuntan en la dirección de China incluye:
Aun cuando algunos de los más notables incidentes de espionaje industrial han terminado en los tribunales, expertos coinciden que las empresas foráneas víctimas de espionaje enfrentan la complicación adicional de la escasa confiabilidad del proceso judicial chino y la eventualidad de que cualquier demanda podría consumir recursos económicos y legales sin conducir a una resolución satisfactoria.
El estudio de la Fundación Heritage sugiere por ello que, bajo la coordinación del Departamento de Seguridad Interna (DHS, por su sigla en inglés), se establezca un foro “ad hoc” donde empresas y entidades gubernamentales estadounidenses puedan compartir experiencias y recursos, por tratarse el espionaje industrial de una actividad de naturaleza elusiva que escapa al establecimiento de criterios, estándares o regulaciones convencionales.
Otras empresas simplemente no reportan cuándo son víctimas de incidentes de espionaje, debido a la vergüenza corporativa que representa el reconocimiento de tener sistemas cibernéticos vulnerables, por lo que la fundación recomienda que el Congreso estadounidense apruebe una legislación que obligue a la presentación de un reporte por parte de las corporaciones que son contratistas del Gobierno Federal.
Durante la reciente reunión en Washington del Diálogo Estratégico y Económico EE UU-China, altos funcionarios de la administración Obama –encabezados por el vicepresidente Joe Biden— dejaron en claro a sus interlocutores asiáticos que debe adherirse a sus obligaciones internacionales en relación con el respeto de la propiedad intelectual y el “robo” cibernético.
“Debe terminar el abierto robo cibernético que están experimentando las empresas estadounidenses y que debe ser visto como fuera de lugar”, dijo Biden. Por separado, el secretario del Tesoro Jacob Lew sugirió que no es consistente la decisión de China de negociar un acuerdo de inversión sin precedentes con EE UU, mientras no se acabe con el robo cibernético. “A lo largo de nuestra reunión esta semana subrayamos que el robo cibernético de secretos comerciales, de la propiedad intelectual y de la información de negocios es inaceptable”, señaló Lew.
Aunque pocos esperan una solución mágica como resultado del foro bilateral, la Casa Blanca señaló que presionó a China para responder a esas preocupaciones y continuar las discusiones, a través del mecanismo de diálogo estratégico y económico.