Banco de historia
La ruta hacia oriente
La idea de que la tierra era redonda fue postulada, inicialmente, por los griegos durante la Edad Media, aunque no contaron con el apoyo de la iglesia. No obstante, esto no le quita mérito a la labor de Cristóbal Colón.
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En este contexto, es posible comprender los extensos viajes que cruzaban Europa y llegaban a las Indias Orientales en busca de establecer rutas comerciales para suplir a Europa de bienes que en su territorio no se producían. Las cruzadas, empresas bélicas bajo el signo de la cruz, iban acompañadas de un afán por abrir mercados que permitieran a los europeos tomar el control sobre el comercio.
Sin embargo, los territorios del Medio Oriente y Asia no aceptaron de forma sumisa la penetración europea y tendieron a bloquear las rutas que evitaron la expansión del cristianismo y, simultáneamente, protegieron sus estructuras económicas. El bloqueo comercial de los espacios estratégicos afectó a Europa, que se había acostumbrado a condimentar con pimientas asiáticas sus comidas y a vestir con ricas sedas sus cortes.
Aunque Italia había organizado viajes para acceder a Asia vía terrestre, la turbia situación política entre el viejo continente y el Oriente hizo que dichos desplazamientos dejaran de ser viables. Ataques en los caminos, saqueos y costos hicieron que el transporte terrestre de mercancías fuera cada vez más tortuoso y menos rentable.
Los reinos de la península Ibérica, por su parte, contaban con una posición privilegiada, pues aun cuando tenían acceso al mar mediterráneo, centro del mundo comercial europeo, también contaban con la salida al océano. El atlántico, plagado de monstruos marinos y vientos indomables, no había sido explorado sistemáticamente porque las posibilidades materiales no eran las adecuadas. Por un lado, antes del siglo XV, el comercio funcionaba basado en intercambios terrestres y el desarrollo de medios de transporte marítimos no era suficiente para emprender largos viajes. Por el otro, el océano era un mundo desconocido que producía temor, pues no se habían consolidado mapas y rutas que permitieran financiar y emprender traslados certeros.
De la mano de nuevos desarrollos en la construcción de barcos y la necesidad de acceder a las Indias Orientales para evitar los peligros de la guerra y los bloqueos en los lugares estratégicos, los reinos de la península Ibérica financiaron a compañías mercantiles para la exploración de nuevos caminos que permitieran llegar al otro lado del mundo, a Asia.
Así, Portugal fue pionero en la realización de viajes marítimos, con la idea de dar la vuelta por el sur de África. Los viajes, en términos de exploración de nuevas tierras, fueron exitosos, pero los vientos y la enorme extensión del continente no permitieron que se cumplieran las expectativas comerciales de los mismos.
Surgió entonces, la idea de cruzar el océano y llegar, por el camino occidental, a Oriente. Históricamente se ha considerado a Cristóbal Colón como un pionero, aquel colono y portador de Cristo, que alejándose de su tiempo en un salto mental vislumbró un nuevo y redondo mundo. Sin quitarle el crédito al descubridor, es necesario aclarar que la idea de la tierra redonda estaba en boga desde hacía muchos siglos. Los griegos ya la habían postulado y durante la Edad Media era una de las teorías que circulaban, aun cuando no tuviera el apoyo de la Iglesia. Para la época de Colón, ya existían evidencias de viajes por el Atlántico, que fueron determinantes para que el genovés recibiera el apoyo de la corona de Castilla y León.
Colón, en busca de la isla de Cipango (Japón) emprendió su travesía atlántica. Con sus tres carabelas, marineros y provisiones se hizo a la mar para buscar esa ruta que permitiría el contacto comercial, la seda y la pimienta. En el contexto de poder europeo del momento, quien fuera capaz de establecer la ruta con Asia, se convertiría en una potencia económica a partir del monopolio del comercio exterior y era este el interés de España.
La ruta comercial hacia oriente vía atlántico fue un rotundo fracaso. Si rodear África era muy demorado, las islas que aparecieron ante Colón solo eran la punta del iceberg de una enorme masa de tierra que ni siquiera podía ser rodeada. Sin embargo, en ese momento no se dieron cuenta de lo que venía: “América”.
*Este artículo fue elaborado por:
Paula Ronderos, historiadora de la Universidad de Los Andes, Bogotá (Colombia) y encargada del Banco de Historia.